

Habría que remontarse al lanzamiento de las Nike Air Jordan para encontrar un momento que cambiara la tendencia en las zapatillas como lo ha hecho las Triple S de Balenciaga. Como resultado de un contexto cultural, las adoradas zapatillas, descritas en un foro como “las zapatillas viejas que tu madre guarda en el trastero”, te llevarán en volandas por unos 800 $. Las mismas que siguen agotándose una y otra vez y han sido robadas por Topshop y Zara.
En la moda, la fealdad se asocia con lo virtuoso y Demna Gvasalia usó esta noción para la colección de otoño-invierno de 2017 en París. En su debut en la pasarela, las Triple S enseguida llamaron la atención por su grosor, aspecto tosco y esa imagen de zapatilla de tus padres. Hecha de tela y cuero, la silueta la conforman los tonos negros, blancos y rojos, en una triple base basada en moldes sacados del running, el baloncesto y las zapatillas de atletismo. Los cordones gruesos, el logotipo y una intencionada angustia completan el diseño.
Tras el lanzamiento de las Triple S, enseguida aparecieron miles de imitaciones y las marcas rápidamente se apuntaron a la moda de la zapatilla “fea”, relanzando antiguos modelos como hizo Fila con su Disruptor o New Balance con la 990. Y tal y como las ventas subían, lo hacía también el barómetro de fealdad en otras firmas intentando derrotar a las demás. Así Gucci presentaba sus Flashtrek que incorporaban diamantes intercambiables (una ganga por 1700 $), o cómo olvidar el híbrido zapatilla-chancla de Christopher Kane.
A pesar de que varias tendencias se esfumaron al mismo ritmo que otras aparecían, este amor por las zapatillas feas parece que todavía persiste. Los efectos a largo plazo de las Triple S se pusieron de manifiesto cuando la zapatilla empezó a ser tema de debate sobre la influencia entre ambas las altas esferas y la ropa de calle. Fanáticos de las zapatillas pronto debatieron si las Triple S de Balenciaga debían equipararse a las Air Jordan y otras firmas deportivas. Todos acordaron que dada la competitividad, las mayoría de las zapatillas ya no son tan especiales como solían ser y que el nicho de cultura de las zapatillas no es ya tan reducido ni marginal. Firmas con el afán de diferenciación sobre el resto tendrán que ir más lejos que nunca. Así como Rick Owens o Margiela hicieron en su día, Demna Gvasalia había logrado su propósito.
Al mantener su status como número uno en zapatillas feas, Balenciaga ha vuelto a lanzar la Triple S en varios colores, desde los más modestos modelos en blanco o en negro, a los más llamativos en amarillo neón vistos en el Volt. En junio de este año, la marca lanzó su versión más aventurada, la nueva “mitad y mitad”. Tan populares como fueron en la pasarela, las Triple S han sido vistas en los pies de Pharrell Williams, Von Miller y James Harden, provocando que cada producción se agotara inmediatamente.